Cambiamos de nombres (7/1)
Cambiamos de nombres, de focos, de miradas,
de astucias, de predicciones, de excusas,
de viajes, de despedidas, de lámparas,
de besos, de salidas, de corduras,
de insensateces, de frustraciones, de fábulas,
de caminos, de candideces, de tundras,
de cárceles, de recordatorios, de esperanzas,
de testimonios, de recorridos, de músicas,
de adornos, de ropas, de calmas,
de trasnoches, de cines, de texturas,
de fiestas, de desencuentros, de llamadas,
de proyectos, de febledades, de penumbras,
de fortalezas, de ahíncos, de capas…
Pese al fuerte paso de los fugaces ríos,
pese a la sabiduría,
pese a las recomendaciones, sigue el enigma:
el misterio inabarcable de lo que no cambiamos
en el amor del indómito instinto:
seguimos siendo los mismos.
Carta al pasado o al futuro (16/1)
Amor, nuevo poco tengo,
mas qué amor que llevo, amor,
que conmigo yo te llevo
en los días de inacción,
en los días del no quiero,
en los días sin color,
en los días del no puedo.
Amor, nuevo poco tengo,
mas cuánto te llevo, amor,
en los ojos de un velero
que navega el mar de a dos,
que otra vez se hunde, de nuevo,
y de nuevo somos flor,
y de nuevo te recuerdo.
Amor, dejaste sendero,
lo construiste en tu candor,
mas de nuevo poco tengo,
aunque llevo tu cuestión
cada noche en el suspenso:
el mensaje de tu voz,
las alas del hasta luego.
Los árboles no crecen sin semillas (16/1)
Los árboles no crecen sin semillas
ni sin las cortantes lluvias de julio,
ni crece el hombre sin el desafío,
ni sin la pesadez, ni sin los muros.
Para atreverse hay que atreverse a más,
armar la costumbre de lo imposible
y asirla con los brazos en un baile
que nos lleve con ella en días firmes.
Las conquistas no surgen sin la lucha,
ni sin las estrategias de los cultos,
ni nace el guerrero sin el tesón,
ni sin la espera, ni sin lo profundo.
Para correr hay antes que caminar,
aprehender el primer ladrillo exacto
y colocarlo como un artificio
que hace brillar las flores en el pasto.
Fiesta inédita (29/1)
En el momento de la verdad sin pausa
correrán por los sentidos las estepas
brillantes de las novedades tan anchas
y asumirán los frutos esas fronteras:
anidarán los sueños en los silencios
ruidosos de las miradas sin costumbre
y explotarán de risa nuevos recuerdos
armados con el barro de nuevas urbes;
serán dignos invitados del futuro
aquellos destinatarios del pasado
que lo construyeron con sensato gusto
de canción y sin reparar en más cantos;
florecerán las brisas que no se cortan
entre los vientos que hacen a cien mil flores
dentro de más abrazos y más victorias
y más conciertos que harán que no se corten;
los pormenores serán justificados
desde la felicidad vasta y sincera
que brotará en el deseo de los francos
partícipes de la espectacular fiesta.
De nuevo Buenos Aires (16/1)
De nuevo noche, de nuevo Buenos Aires,
y el arte se mueve como yo en la sombra.
Es difícil dejarte aunque ya no estés
porque me siguen todavía tus horas.
No fue lumbre la calidez que nos diste,
pero fue idéntica, aunque fugaz y lista.
No te dejé, ni vos a mí, ni nos fuimos
del romance ni de muestras parecidas.
Del teatro salimos y nos conocimos
en la medalla de una soledad cauta
que me acompaña todavía en las citas
y en las conexiones hechas con miradas.
Ya no te siento siquiera, pero siento
el no sentirte, ensimismado en mí, sobrio.
Afuera llueve, pero es feliz la cálida
expresión de autopistas que hay en mi rostro.
Las luces, de nuevo en Buenos Aires, nacen,
y quiero estar acá, o tal vez en Roma,
o tal vez en Berlín cuando fui sincero,
o tal vez en el mar que nos da la costa.
Quiero estar, pero no puedo, porque estar
en la ciudad me descoloca tan fácil
que mis planes se hacen añicos tan chicos
que ya no puedo izarlos en ningún mástil.
Espero una llamada, que no la espero,
pero no solo porque atenderla no
es lo que quiero, sino que también, calmo,
estoy mirando los barcos, su vapor.
A través de estos cristales sigo viendo
pasar frente a mí al futuro que no fue,
y el futuro que me está esperando me arde
porque es tan urgente e inquieto, porque es…
Ya quisiera atenderte, corazón tuyo,
corazón mío, corazón nuestro, verde
de las canciones lindas que hemos cantado,
del agua que le hemos dado, de juguetes…
Quisiera atenderlo, pero estoy en cambios.
Estoy considerando dejar al viento
entrar por este presente que me llama
a lo grandioso, a lo argentino, a lo externo.
No va a terminar lo que no conocemos,
ni lo que tanto queremos va a cesar.
La Avenida Independencia, ya la escucho:
por estas palabras desliza su cal.
No leo más por hoy, fue ya suficiente.
Están merodeando por estos senderos
los nuevos guías que me están esperando.
Estás invitada a lo firme y postrero.
Buenos Aires de noche ingresa al balcón
y siente, como yo, que las cosas cambian.
Ya cambiaron las cosas y seguirán
cambiando con estas tradiciones rápidas.
Sin embargo, en Buenos Aires yo me quedo.
Me llaman a salir desde adentro mío.
Atiendo: se hizo la hora de continuar.
Otra vez mensajes cálidos y fríos.
Amar de nuevo (19/2)
No fui, en el apuro, un espejo gastado,
ni quise convertirme en sumisión dada
de la voluntad de quienes fabricaron
mi sonrisa, mi tristeza y mis desganas.
Ni siquiera habría podido, quizá,
entonar las melodías del pasado
que resultaron en patéticos cursos
de afuera victoriosos, de adentro parcos.
No fui esa insensatez tan encrudecida
que no deja al otro abrir sus alas nuevas,
que no deja, en coloquio, la libertad
de amar de nuevo y de olvidar viejas penas.
La libertad de lo perdido (5/3)
Andamos con la libertad de lo perdido,
con la felicidad de la renuncia,
con la frialdad del verano,
con lo seco de la lluvia,
con la costumbre de lo nuevo,
con la milonga de lo alegre,
con la textura de lo plano,
con lo vívido de lo inerte.
Andamos sin encontrarnos, así,
sin buscarnos, sin querer encontrarnos,
reflexionando sobre aventuras nuevas
que nos encontrarán en nuevos brazos,
en vacaciones indeseadas,
en novelas sin protagonismo,
en pulcros manuales que no ilustran
lo que no quisimos ni pudimos.
Aun con esto, seguimos andando,
aunque solo te vea por las paráfrasis de lo discreto,
por tus imágenes de vos misma, serena, alegre,
con tus amigas en los vapores de los recreos.
Aunque solo así te vea, y hablarte
no sea ya hablarte a vos misma,
abro las ventanas esperando que ingrese
la brisa que trae tu perfume todavía,
y con ese ambiente tu éxtasis,
tus proyectos, los nuestros,
las cosas que decíamos del otro,
las calmas noches que serán nuestro secreto.
Y como si nada importara por el devenir de mi vida
camino entre éxitos y fracasos, entre laureles,
que son sombras, entre pancartas, saludos,
certificados, plásticos y membretes
que certifican la virtud de estar alejados,
de que esté enfocado en mi aventura,
de haberte arrancado de mí,
ternura que no puedo, locura adusta…
E incluso sin merecerme, porque sé
quién soy y lo que hoy puedo,
sabiendo que debería finalizar
la extraña rutina de no entenderte de lejos,
sigo sin dejar de volcarme en vos,
de cansarme una y otra vez sobre el cansancio,
sobre mis músculos que vuelven,
sobre mis nuevos títulos raros,
sobre mis nuevas relaciones,
sobre mis canciones sin llanto,
sobre las pérdidas que me agrandan,
sobre las profundidades de mi lago.
Encontré una nueva voz, que no te incluye,
pero no he podido expresarla,
porque mi garganta está de tus recuerdos,
de tus caricias, de tus negaciones colmada,
de tus expectativas llena,
de mi desidia infantil teñida,
de la juventud que nos atravesó
filtrada, durante años extendida.
Estas son pequeñeces gigantes
que estoy dejando una por una,
como fuimos dejándonos día a día,
risa a risa, pluma a pluma.
Sin volar estábamos quietos.
Volando nos amamos.
Volando estábamos…
Ahora volvimos: seguimos volando.
Para cantarte me quedé sin voz (18/3)
Para cantarte me quedé sin voz,
para darte la canción que más quise,
para estar entre tus ideas me puse de rodillas
y al alzarme estaba el techo tan bajo
cuando nos dejamos
que tuve que romper una y otra vez
mis cuerdas vocales, mis dedos, mis sueños,
contra el concreto que estoy rompiendo,
contra lo fuerte de esa templanza que tenía
y que era mi amor, y quizá en parte algo de cobardía,
que no me dejaba entrar de verdad
en la profundidad de mis deseos,
en la veracidad, incluso, de tus propios sueños,
porque el techo que construimos sobre mí
fue la fugacidad de lo esperado,
la costumbre de lo social que nos encantó
y como un llamado nos dijo que éramos de esa parte.
Nosotros sabíamos lo que los demás no.
Nosotros sabíamos de la rutina, de nuestros ojos,
de nuestras esperanzas;
y aunque lo supimos tantos años, hoy no es suficiente
escribirte de ningún modo, ni de ningún modo
tentar a la suerte para que pase lo inexplicable,
para que haya un regreso de la felicidad pasiva
entre la turbulencia de mis proyectos,
entre lo impredecible de mi futuro,
entre tus ambiciones de lo correcto,
y tu familia, y la mía, y las dos sin pensarnos,
y nosotros parados en un médano
como nos encontramos,
abandonados en el ocaso del amanecer,
en el despertar de la adolescencia.
Ya nos encontraremos distintos,
sin sentirnos, sin pensarnos,
con la mentira de no conocernos a cuestas
y con otras verdades que habremos armado.
Volver de nuevo y regresar (27/3)
Volver de nuevo y regresar
a los viejos días
de las inconclusas canciones,
de las melodías perdidas,
de las emociones sin descanso,
de las incesantes fatigas,
de los clásicos suburbios
que en las noches nos escondían.
Fáticas miradas de los actos sin habla
condujeron nuestras conductas antepasadas,
ya sin la inercia de un trago impostor del éxito,
ya sin las merecidas y consonantes ganas.
Sin querer nos hicimos pilares
el uno del otro y, entre tantas llaves
que abren hacia lo inconducente, nosotros
nos condujimos por clásticas nimiedades.
Y ya sin esos recuerdos,
y ya sin esas querencias,
nos dejamos ir por la borda de la esperanza
que deja la lástima cubierta
con un abrazo del hasta luego,
con la amistad en las esperas,
con el párpado cansado que se abre
con cada llamada de afuera.
Dejándonos ir, nos fuimos:
hasta la última de las mencionadas noches
de los suburbios, casi escondites, casi sin filtro
cobijando charlas dentro de un cuarto en el borde
de las risas, de los jacintos,
de las familias que nos miraban con incógnitas,
de las alegres y esperadas sombras,
de tus brazos en los míos,
ya tan pronto o tarde nos fuimos.
Ahora que empiezo a perderte (28/3)
Ahora que empiezo a perderte,
ahora que empiezo a dejarte,
corazón de la vida mía entregada
sobre las pocas vibras de tu esperanza,
sobre la tímida candidez de tu mirada,
sé que voy a comenzar también a extrañarte,
a dejar de lado los pormenores
que me hicieron dañino y a valorar
las mañanas en la facultad, en la cama
con las películas y los desayunos,
con tu sonrisa sin límites,
con tu deseo desesperado.
Ahora que empiezo a construirme
como lo que no fui antes, y quise
y quiero, ahora que soy cada vez más
la persona con la que te gustaría estar,
ejerzo esta fortaleza del espesor
para desarmar lo que nos ata,
para desatarte de mí,
felicidad que no vive,
rispidez asombrosa de lo inexacto
que en mí se mueve como una sombra
a la espera de mi primera bocanada.
Mi voz se movió por tus áridos ambientes
precisos como la semblanza de un desconocido,
por tu festejo de nosotros, por tu dar
cuanto pudieras dar,
por mi ignorancia de vos, de tu parecer,
por mi huida sobre mis pasos,
la que necesito y sostengo para seguir
en la construcción de mis virtudes.
Ya mi voz se moverá por otros lados,
hará otras cuentas con otros finales
y se posará sobre otras praderas,
sobre otras prisiones,
sobre otras historias sin desenlace.
Poco nos queda, excepto dañarnos.
Poco me queda para vos, excepto yo mismo
en el abandono de nosotros,
en la felicidad de seguir adelante,
en la tristeza de dejarte de lado o apartarte,
en la desolación de seguir sin tu amor,
sin tu escucha y tus consejos,
en un ámbito que a mí me destroza
por intentar lo distinto, por vencer
y aun así recibir destrucción amiga.
Poco nos queda, pero cuánto
de ese poco, porque te vi
cómo eras, sincera, aunque fatal,
y en eso poco está este dolor
que me destroza por no haber sido
la persona que querías que fuese.
Seguirás avanzando sin mí
en tu altruismo descontado,
y vivirás alegremente sin mí,
espero, algún día,
habiéndome olvidado.
El último día otra vez (12/4)
Ahora que finaliza el último día otra vez
y se vuelve a borrar tu imagen otra vez, nuevamente,
ya puedo empezar a olvidarte, a borrar nuestros recuerdos,
a conocerte tal como eras hasta desconocerte.
Ahora que las aves no vuelan ni hacen sus sonidos,
puedo escuchar tu voz tal como era antes de la cañada,
antes de la feminidad, de la entrega sin contexto,
de las canciones escritas y de las tardes pasadas.
Ahora que me alumbra el porvenir con su incertidumbre,
puedo poner varias pilas encimadas de papeles,
cada uno con una frase que nos encerraba fácil,
y soltarlas al viento para que otro viento las lleve.
Muchedumbre de mí (22/4)
Todavía abril en nuestros corazones sigue,
y en el calendario, como historia de piratas
que el Atlántico caribeño navegan bastos
buscando fama y lo que les dé el oro y la plata.
Todavía sigue, y queremos que finalice
porque las historias callan mejor en invierno,
porque las frases que no pudieron resurgir
quieren salida de nuestros ya distintos cuerpos.
Sin embargo, encontraremos nuevas aventuras
que descifrarán nuestras intenciones más frescas
sin las brumas clásicas de esta muchedumbre
de mí, de páginas, de proyectos, de indirectas…
Amar para nunca (29/4)
La herida más profunda que renueva
sus ansias de dañarme resucita
y desde lo hondo del misterio aceita
nuevos daños, nuevas heridas fictas.
El capricho del otoño es invierno
cuando breves intenciones hablamos
y más invierno en la nieve de enero
si primavera no llega a verano.
Ni un vocablo su voz cansada esmera
cuando cae desde el letargo quieto
y brinda historias raras reiteradas
que se escabullen por ríos perplejos.
Este será el último verso inerte,
mi último sonido que no fulgura:
si no supimos amar para siempre,
aprendamos, pues, a amar para nunca.
Lo obvio del olvido (21/5)
¿Por qué será que pese a tanta sangre
vuelvo a desangrarme sobre lo obvio del olvido?
Irse de lo dañino y volver,
llamar a lo nuestro por su nombre,
exponerse ante lo fugaz de cualquier día,
inventar historias y desaparecer,
subir a lo más alto de nosotros y morir
en la cumbre de lo poético, sin miradas,
sin la crueldad que da lo metódico,
sin siquiera habernos conocido:
morir de pie, pero arrodillado,
cantar a las vidas por su estética,
aunque cada día hieran más,
aunque pase sin vos todas las fechas.
Brillo de nube (21/5)
Despertar de nuevo en tu mirada que no existe,
ir mañana a municipios a los que no iremos,
lamerse las heridas desde una soledad
que no le interesa ni a vos, ni a mí, ni al recuerdo;
castigar al olvido y revivir fantasías
que no llegan siquiera en día a manifestarse;
calmar la noche con una excusa que no es fuerte;
revivir las herencias; llamarse sin hablarse…
Nos fuimos conociendo como brillo de nube
que ilumina los pisos de las habitaciones
en los domingos cansados de tanta semana,
donde los autos son de la sociedad el borde.
Con el patetismo de una ruina no estudiada
cayeron las aberraciones de las palabras
que construyen futuro para darlo a la siembra
de otra canción que siembre, otra vez, otra esperanza.
Otra canción, otra esperanza (21/5)
Lírica que no acaba, yo te vi entre los bosques
que hicieron a tu persona y descubrí de nuevo
que entre tus hermosas costumbres pudo nacer
el sonido de tu voz más cálido y sincero.
Las avispas son de mí la ignorancia fatal,
y del mundo de los sentimientos, que te excluye
y persevera en su exclusión, dejando un aroma
que trae las memorias perdidas de esas cumbres.
Las hurañas raíces son esos pormenores
que hicieron de lo cotidiano un arma emblemática
para cortar eso mismo que hacía crecer,
lo que nos daba desde el suelo y nos arraigaba.
Las rocas son la dureza del final, la siesta,
lo que se degrada sin degradarse en nosotros,
lo que queda, lo que al superar nos hace nuevos
y felices por construir otros caminos de oro.
Volver a aprender (30/5)
Salí de la pileta de tus mares desnudo
sin haber aprendido a besar, solo a besarte,
y sin haber aprendido a amar a todas ellas,
solo a amarte en tu forma primera, sin desgastes.
Tuve que volver a aprender a hablar a los hombres,
a caminar, a disfrutar, a recordar más
que nuestras siluetas, que nuestras felicidades,
que las miserias que nos dejaron atrás ya.
Dije tanto que pude haber dicho insensateces:
hasta corrí detrás de tantas auroras falsas
buscándote como a un resplandor que no apacigua,
como a una melodía que espera su guitarra.
Ahora que estás casi en el olvido, percibo
que no fuiste tal fragor que parecía entonces,
fuiste la exultación de mí mismo, pero afuera,
una boca donde posar todos mis temores.
Una magia sin rarezas (24/6)
Tribulando ya ni siquiera te siento,
pero siento el no sentirte y eso es casi
como haberte sentido a vos y a tu vida,
como no alejarme ni hacer lo más fácil.
Me pedías lo imposible: que no fuera
yo mismo, que estuviese en el sentir tuyo,
que olvidara mis caminos y mis dientes,
que dejara mis deseos tras tus muros.
Sabías que no podía e insististe:
fuiste una y otra vez a marcar tu rostro
con las heridas invisibles de mí,
con los recuerdos que no están en las fotos.
Me dejaste, al abandonarme en vos, gastos
de cuando de nuevo pedí que te fueras:
una tos de la desdicha, un abanico
que da calor, una magia sin rarezas.
Yo tenía (27/6)
Yo tenía mis sueños infantiles,
mis zapatos de juventud, mi boca
llena de esperanzas, de bajo y barba,
de recorridas con ella en Europa.
Yo tenía una ilusión de política,
de cambio total sin partidos ni amos,
sin disciplina forzada ni abismos,
con canciones e historias sin villanos.
Yo tenía inventados ya recuerdos,
fiestas sin guardar, luces del poema
que no se apaga, veranos sin frío,
casas habitadas de risas ciertas.
Yo tenía y tendré mis emociones,
mis mañanas, mis tardes, mi futuro,
mi recorrido que no hice, mi corte
de pelo, mi cine y música a gusto.
Yo tendré la distinta claridad
de cosas que no cesan,
de las oportunidades perdidas
que vuelven y me esperan.
Inventario porteño (11/7)
Velocidad, retazos del presente,
ambigüedades, música sin patria,
superficialidad, baldosas mustias,
lluvia incesante, banderas, falacias,
políticas sin rumbo, himnos cansados,
derrotas del ocaso, grandes centros,
ruralidad del deseo, ficciones,
otoños, monedas, cemento incierto,
crueldad de lo expansivo, retraimiento,
desorganización, calles y calles,
oídos a tonterías abiertos,
encandilamiento, focos de bares,
verdulerías, estatuas, museos,
historietas, autopistas, mitades.
Y nos dieron más vida (30/7)
Brisa, te hice de oro, te hice de plata,
te di de mi vida una ilusión firme,
llegué a lo máximo de mi coraje
cuando la luna vino a desvestirte.
Lluvia, te hice canción, te hice poema,
te di excusas para todas las fallas,
te hice columna de los edificios
de la ciudad grande de mi esperanza.
Ya llegamos a todas las historias,
ya hicimos cada paso entre nosotros,
nos dimos (mano a mano, verso a verso)
costumbres para enternecer al otro.
Conclusión, ya lo fuimos, ya lo hicimos,
ya nos dimos lo que quedaba en risas,
en viajes, en lo que hicimos de amor,
y amaneció, y nos dieron más vida.
Ambiciones (20/8)
Ambiciones, el discurrir, pareceres
que se asemejaban a la noche misma,
canciones que dejé sin cantar, recuerdos
de fantasías que hacían a la brisa…
Te tejí entre mis sentidos como al viento
que usan las lilas para talar sus hojas,
para saldar la diferencia entre mi uso
y lo que el mundo buscaba de mis horas.
Así sobreviví a esas maneras viejas,
a las aulas de los mustios profesores,
a las muestras de rencores que no había;
y al no tenerte me congelé en los muros,
en la podredumbre que engendran los cobres,
hasta llevar esto de nuevo a su rumbo.
Morir de pie con el corazón en la mano (3/9)
Años de rudeza que sedimentan sobre
esta cáscara cansada que hace de piel,
fugaces encuentros que van y que regresan,
recuerdos y lugares que me hacen volver…
Los días de semana me obligan a andar
en la rutina espesa de las horas duras
que vuelven conmigo a casa después del cine,
del trabajo, de la tormenta y de la música.
Los sedimentos crecen y se hacen costumbre
en las placas y en las furias de mis escuchas,
en los pálidos bronces de mi huir antaño.
Aunque la noche caiga, seguiré en las nubes
porque busco alumbrar las cansadas penumbras,
morir de pie con el corazón en la mano.
Secreto de fotografía (16/9)
En el secreto de fotografía
que esconde tu rostro cuando es presente
también se esconde el misterio ahora,
la ruta que hice cuando era diciembre.
En enero naciste como un rayo
directo al sentir de mis desamores
e hiciste una novedad de sentido,
la que quiero para tus ojos bronce.
Quiero ser una sombra entre tus luces,
continuar hasta tu ámbito furtivo
y hacerme agua de la boca en tu boca;
hacerme relámpago entre tus nubes,
canción en la síntesis de tu ombligo,
ferocidad en tu voz que me nombra.
La historia en tus deseos (17/9)
Yo te doy una, dos, tres…, más que muchas
esperanzas de vos y de mi astucia…
Solo espero que puedas esperarme,
darme esperanzas de mí como música.
Solo espero que quieras entenderme
como intento entenderte cada día,
como encuentro tu sonrisa en dibujos
que se hacen al pasar, que se figuran
brisa en la copa espesa de los árboles.
Sin embargo, hoy la distancia se funde,
y estoy queriendo encontrar nuestros sueños
como un barco perdido entre estos mares,
armarlos como si fuera que estuve
prefigurado, historia en tus deseos.
El sueño despierto (23/9)
Soñé despierto de nuevo con vos:
estábamos abrazados mirándonos
por vez número demasiadas ya,
como si todavía
la primera vez no hubiera pasado,
como si tu mirada
fuese igual a la mía y juntos fuéramos
de nuevo lo que podemos armar;
como si desde adentro de nosotros
saliera la fugaz
expresión de nosotros nuevamente,
la sonrisa radiante de la voz
que no cesa ante el frío,
ni ante los ataques de la costumbre.
Soñé despierto que tus ojos pueden
leer este poema
y que mi boca puede estar sintiendo
la tuya sin distancia.
Como un aura, desplegado (24/9)
Agua del cauce sereno que das,
frutas del hoy también,
quiero una soledad como la tuya,
como crecen sin ayuda las ramas.
Quiero entre tus hojas brotar alegre,
plegarme a la manera
de tu hasta luego entre las esmeraldas
de las calles porteñas, del asfalto.
Quiero vivir ensimismado en vos,
alejado de mí,
aunque cerca todavía de mi arte,
de lo que conforma mi intimidad.
¿Podré mañana estar como tu risa,
firmeza sin doblez?
¿Podré estar como un aura, desplegado
por las ilusiones de tu futuro?
La juventud (3/10)
Tengo mi juventud, mi sed, mi fortaleza,
y sin embargo todavía añoro
las casas de infancia, las mochilas del lunes,
el chocolate y la televisión, las frases incautas,
los pormenores del porvenir de lo romántico,
las ilusiones inexactas, las fantasías oscuras,
la felicidad de lo extremadamente incierto.
En una serie de imágenes vi mi futuro
como una esperanza, como una posibilidad
de primar entre el caos, de poder ante lo involuntario,
de asemejarme al fonema, a lo querible,
y entrar en la capacidad
de convertirme en las imágenes que subyacen
los sueños de las madrugadas sin sueño.
Ante lo que viene, ya mi imagen
no importa, ya no soy
un color específico, soy el ahora
y en tus ojos ni siquiera me reflejo:
me hice fugaz, te hiciste nívea:
ahora sí comenzó el futuro.
El presente (10/10)
Aunque me sangren la boca y los oídos, yo prosigo
porque sé que mañana es mejor,
porque en el olvido de ayer vivo,
en la destrucción del concepto de mañana.
Consigo olvidar el futuro,
calmar el pasado, simplemente con mi voz,
sencillamente con el movimiento de mi palma
sobre los hombros del presente, al cual beso
en una súbita artimaña del ya,
en la proximidad del ahora,
en el festival de mis emociones nutridas
por el néctar cristalino de mis deseos inmediatos.
Ya no quiero ser el del pasado o el del futuro,
ya no tengo proyectos, ya no tengo silencios:
mi porvenir se construirá solo con el presente
apilándose sobre sí mismo como una pared repentina,
y mi pasado será amalgama que me traerá,
que me dará patria, familia y esperanza,
que me dará las condiciones para que hoy
sea todavía mejor que hoy.
Ya veo el porvenir y sé que soy
un éxito del éxito, un príncipe del presente,
una saeta atravesada sobre el blanco de este día.
El atajo (15/10)
No hay atajos al arte.
No hay facilidad emocional de los rocíos.
Todavía se ve la ciudad por mi balcón,
la ciudad que atravesó al capitalismo y al socialismo,
a la risa, a la rapidez detenida,
a las hordas de nimiedades bellas,
a las importancias apesadumbradas.
Todavía veo las costumbres de mañana,
la destrucción de la tierra,
la felicidad de la sociedad en los cines,
en los espectáculos con luces;
y yo sigo aquí resistiendo
con la ferocidad del recuerdo,
con el último poema escrito, con los mil poemas,
con los miles de últimos poetas,
con los millones de caracteres,
y me pierdo entre ellos,
y me hallo para no estar perdido.
Otra vez se encienden los brillos,
otra vez la nostalgia hace enorme mi instante,
hace flecha mi palabra cruzada frente a tus ojos,
y tu mirada ya es la mía,
y tu mirada ya pudo verme.
Un mundo diferente (24/10)
(…) en la calle y en vos…
HORACIO FERRER
Hay sigilo en la mirada de la calle.
La espera furtiva de los carteles,
las ecuaciones de las bicicletas
y el porvenir del silencio me esperan.
No sé si es imaginada la neblina.
Boedo sigue presentándose ante mí
como el borde inexplicable de las sombras.
Quizá en el restaurante clausurado
haya alguna aventura que me acecha.
Las imágenes del centro no llegan.
Es posible acá quedarse
e inventar otra ciudad.
Sigue mirándome la calle y sabe
que mis horas son distintas,
que el cambio me consumió,
que la experiencia fue demasiada,
que no entiendo lo que olvido
ni lo que recuerdo,
que una panera inverosímil
seguirá posada junto a la botella,
que los autos pasarán toda la vida.
La calle ya entendió
lo que todavía intento asimilar:
el presente es este,
no hay pasado contenido que nos lleve,
a menos que lo queramos.
Hoy comienza, en la calle y en mí,
la visión de un mundo diferente.
El canto (5/11)
Canté cuando tuve que hacerlo,
lleno de ambigüedades, de desazones.
Recuerdo cuando temblabas conmigo.
Entre las campanas nocturnas y el futuro
había un espejismo: nosotros.
Me comporté como pude, con lo mejor
que quise para vos en mi deseo,
con el vaso lleno de sinceridades.
Sigo convencido de que somos todos iguales.
Renacimiento de las gotas (14/11)
Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve.
JULIO CORTÁZAR
Tuve que insistir con mi renacimiento,
con el aplastamiento de las gotas,
con la subasta de los pormenores
y con la pálida estrechez de tus cosas fuera de mi casa.
Tuve que insistir con la fuga demorada,
con las apresuradas tardanzas,
con la mañana de marzo que no iniciaba
y con el hastío púrpura de las calles tardas.
Tuve que insistir con las rimas,
con los cuentos fugaces de Cortázar,
con la visión del mar de Rafael Alberti,
con las canciones nocturnas de la playa.
Ya no insisto, ya estás lejos,
ya quisimos que ahora fueras
un espejo de mi vida antigua, nimia,
la gloria del pasado en una venia,
la falsedad de lo obvio,
la catarsis diaria de las fotos viejas.
El foco (24/12)
Aunque parezca fútil, yo amanezco
apreciando lo mismo que en mis sueños,
limando la pared de la apariencia,
buscando la semblanza en el reflejo.
Aunque parezca simple, yo persisto
en la historicidad de lo vivido,
en el error de lo que en mí perdura
y en el resto ha sido pasado pírrico.
Fugo de mis días lo cotidiano,
equivocándome en el foco inquieto
que alumbra distinto con cada imagen.
Ya será el irse más estable y largo,
ya será fuente firme de lo impreso,
cauce firme de lo que quiera y cante.