Si abeja fueras (1/2)
Sin tanta espera,
por poca miel
yo iría rápido,
si abeja fueras.
Si abeja fueras,
blanca ilusión de las cosas que hablamos,
ya por colmena iría sin escena,
aunque los caminos no me lo ablanden
y los vientos tirantes no asumieran
(entre las manos de lo que presiento)
la cálida espesura que se encuentra
a lo largo de nuestro cercano himno.
Sin tanta espera,
por poca miel
yo iría rápido,
si abeja fueras.
Hasta filo de poesía dame (21/2)
Hasta filo de poesía dame
cuando no puedas ya sentir el viento,
cuando la juventud se nos derrame
y amanezca nueva noche de enero.
Dame lo que nos falta con dos besos,
uno en la frente para ser amor
y el otro en tu boca como un silencio
para cuando un verso produzca en vos.
Lírica de coloridos intentos
con desfile de tu voz entregame
hasta que no me deje recordar
para qué encendimos las velas que arden.
Asistamos juntos al derrotero
de las abejas quietas, victoriosas,
que en un aguijón borroso y sereno
darán pelea hasta la última gota.
Donde no quede el olvido (6/4)
Evocación, desmedro, carta al pasar,
te hiciste fútil con tu canto tan feble;
pero no te equivocaste, pasadizo:
es la canción más bonita, y que nos lleve
por los caminos del alba hasta que el cuerpo
pueda recorrer su futuro más verde,
y que las carencias que nos permitimos
el pasado que conocemos despeje.
Hasta una pintura de museo vamos,
yendo como una confianza adolescente
a encontrarnos con los colores vivaces
de nuestras manos, de los ojos que arremeten.
Hasta aquello vamos, y qué cerca vemos,
aunque lejos, un fruto de otra simiente.
¿Dónde empezó el tuyo? ¿Dónde empezó el mío?
¿Dónde queda el olvido si el amor vence?
Mi guía (17/11)
Mi guía, mi estima, mi sentimiento,
mi mañana, mi insomnio, mis detalles,
mi pobreza, mi fortuna, mi escucha,
mi alimento, mi febledad, mis trajes,
mi amargura, mi juventud, mi espera,
mi tarjeta, mi intimidad, mis mares,
mi carrera, mi armadura, mi adentro,
mi crueldad, mi sonrisa, mis corajes,
mi abrazo, mi compañía, mi nube,
mi costumbre, mi olvido, mis cantares,
mi recuerdo, mi futuro, mi enredo,
mi firmeza, mi ternura, mis calles,
mi sorpresa, mi elogio, mi penumbra,
mi poema, mi amistad, mis cristales,
mi letargo, mi esperanza, mi lumbre,
mi primera, mi última, mis edades.
Destruir a la muerte (30/11)
Destruir a la muerte era una alianza
entre las cosas de nuestras risas
para que el amor no finalice,
para que todo sea la vida
en un torbellino de recuerdos
de miradas y prosas altivas,
de parques y golosinas, fiestas,
vaguedades de las melodías…
Incluso espero volver a aquello
en esa tarde en que ya no escriba,
cuando otra familia haya costado
el duro porvenir de mis días.
Intenté más de lo que fui. Pude
amarrar a tu voz dos perdidas
canciones de acordes parecidos
que, es posible, cantes todavía.
No quedarán remedios sin ver
ni habrá quien pueda entrenar la vista
para que cada vez no te ubiques
en lo que miro como una fría
semblanza de lo que fuimos ambos.
Cantaré, hasta que no queden prisas,
canciones nuevas y novedades;
pero la temática, la misma.
Cada poema me aleja más
de la felicidad compartida,
pero es lo único que hoy nos acerca:
la amistad afable de las rimas.
Ni escribirte de nuevo (3/12)
El último poema que perdí
pensando en vos ya no lo recupero,
ni poder escribirte, ni mi anhelo,
ni leerte en voz baja, así vivir.
En la época del maltrato fuiste oro
perdido en la tormenta del enero,
un verano que no llegaba a invierno
ni llegaba al abrazo de los pocos.
Ni enfocarte de nuevo ya podría,
ni tratarte de la forma perdida,
ni volar como monda golondrina;
excepto que queremos y es poder
cuando pérdida sea la escasez,
cuando olvides al olvido que fue.
Me adjudico (3/12)
Me adjudico el olvido de tus historias
y de tus fantasías inconducentes,
de las tardes de reflexiones erradas,
de las noches de especular pequeñeces.
Me adjudico la cuenta de novedades
que descubrimos entre inmuebles y vinos,
que nos descubrió entrelazados como hasta
ayer sentías que no te habían visto.
Yo te vi entre los mensajes de las rosas,
entre las canciones de las bandas viejas,
en la plaza que nos derramó su sombra.
Yo te vi como querías que te vieran:
como la belleza de las imperiosas
bocas que de a dos son una primavera.
El mundo (5/12)
Durante instantes el mundo fue nuestro
cuando te vi con mi remera puesta
y duramos lo que dura la vida
mirándonos entre noches despiertas.
Mentirías si dijeras que no
pasan horas sin que suba poemas,
esas horas en que nos confundimos
y postergamos volver a la fiesta.
Mentiría si dijera que un día
voy a olvidarte en una interferencia,
en alguna conversación banal
o en la calle en que anduvimos tan cerca.
Nos mentiríamos al preferirnos
lejos como estamos, sin esas tiernas
miradas que cruzábamos felices
y cruzaban nuestra esperanza entera.
Para llegar al paroxismo hicimos (6/12)
Para llegar al paroxismo hicimos
de lo amoroso una bandera nueva
como revolucionarios de mayo
convirtieron en fiestas esa guerra.
Desandamos caminos aprendidos
nutriéndonos ambos de piezas nuevas
sin errar los claros e improvisados
trasfondos que nos daban letras frescas.
Cantando nos tuvimos muy certeros,
cerca de lo imprevisto e inexperto,
dando un tamiz compuesto a las sonrisas.
Cuando digo lo que digo… Fue cierto
cuando dije en vilo lo que hoy recuerdo:
el momento más feliz de mi vida.
Para el árbol alcanza la semilla (12/12)
Para el árbol alcanza la semilla,
para hacerlo crecer hasta el futuro
donde un recuerdo nos antoje verlo
como diminuta parte del mundo.
Para un recuerdo alcanza la semilla,
para hacerlo crecer hasta el encuentro
y verlo como una destrucción nueva,
de colores y aprecios un intento.
Frente al ámbito frío de tu especie
no es más que tocar una melodía
lo que hará que cambies y conocerme.
Si así fue antes que desarrollé estima,
¿por qué será diferente esta entente?
¿Por qué una mirada no es la semilla?